Las Antillas colonizadas por el mito europeo de Atlantis

Esta fetichización del Caribe, alimentada por la idea de las islas deseadas más allá del horizonte, cobró fuerza con la llegada de los colonizadores europeos a estas tierras tropicales, tan diferentes a las suyas. La descripción de la exuberante naturaleza caribeña avivó en ellos la asociación con las codiciadas islas del otro lado, fomentando así la fetichización de la región.El nombre "Antillas" está íntimamente ligado al colonialismo y a la idealización de las tierras caribeñas como un Edén terrenal por descubrir.

¿Te has preguntado alguna vez por qué a las islas del Caribe se les llama Antillas? El poder inherente al acto de nombrar se revela como una herramienta de dominio brutal. Al igual que la palabra Caribe fue escogida por Europa para referirse a la región, también ‘Antillas’. Mientras la palabra Caribe fue escogida para designar a las gentes de estos territorios como salvajes-bárbaros, la palabra Antilla está profundamente relacionada con el colonialismo y a la mitificación de las tierras del Caribe como el paraíso terrenal que había que descubrir. 

Todo este mito se remonta a Platón, quien en sus obras «Timeo» y «Crítias» menciona la enigmática Atlántida, una civilización militar que sucumbió en un cataclismo marino. Atlas, hijo de Poseidón, da nombre a esta isla y, de manera colateral, al océano Atlántico. La mención de Atlántida volvió locos a los cartógrafos europeos, quienes empezaron a delirar y especular sobre su posible ubicación real. Surgió entonces la asociación entre Atlántida y Antilia, esta última traducida del latín como «islas opuestas» o «islas del otro lado», sugiriendo primero las Azores o las Canarias como su localización junto a la península ibérica.

Posteriormente, los colonizadores europeos llegaron por primera vez a las islas del Caribe. Aún no se llamaban Antillas, eso fue gestándose con los años. Cristóbal Colón veía la naturaleza de estos territorios como el Edén terrenal: 

“Las aguas son siempre muy claras y se ve el fondo… Son estas islas muy verdes y fértiles y de aires muy dulces, y puede haber muchas cosas que yo no sé…”. “Creo que allí es el Paraíso Terrenal, adonde no puede llegar nadie, salvo por voluntad divina. Y creo que esta tierra que ahora mandaron descubrir Vuestras Altezas sea grandísima y que haya muchas otras en el Austro de las cuales jamás se hubo noticia”.

Esta fetichización del Caribe, alimentada por la idea de las islas deseadas más allá del horizonte, cobró fuerza con la llegada de los colonizadores europeos a estas tierras tropicales, tan diferentes de las suyas. La descripción de la exuberante naturaleza caribeña avivó en ellos la asociación con las codiciadas islas del otro lado, fomentando así la fetichización de la región. El nombre «Antillas» está íntimamente ligado al colonialismo y a la idealización de las tierras caribeñas como un Edén terrenal por descubrir.

De igual forma, esto contribuyó a la percepción del Caribe como un lugar exótico y deseable, lo que justificaba la ocupación y explotación de la región. El cronista Francisco López de Gómara, en su «Historia General de las Indias» de 1552, sugiere que Colón pudo haber sido influenciado por la leyenda de la Atlántida, buscando conexiones entre los aztecas y los atlantes a través del idioma náhuatl. Este término se popularizó entre los cartógrafos europeos del siglo XVI para referirse colectivamente a las islas del Caribe, imponiendo una perspectiva eurocéntrica sobre la región y relegando las narrativas y nombres originarios al olvido.

Otro de los efectos coloniales es la etiqueta simplista del Caribe como un «paraíso» para la explotación continua de la región. El ejercicio de poder a través del nombramiento es palpable en esta narrativa. Europa, mediante la imposición de términos como «Antillas» y «Caribe», ha ejercido un control sobre la percepción de estas islas, reduciéndolas a meros paraísos exóticos y justificando así su ocupación y explotación continua. El acto de nombrar implica atribuir significados y categorizar la realidad según las concepciones y perspectivas de quien lo lleva a cabo. En este caso, el Caribe ha sido etiquetado de forma simplista como un paraíso, perpetuando una visión distorsionada que perdura hasta nuestros días.

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